A dónde va
tu bajante, qué Río Luján te espera
aférrate a tus
raíces, nunca te entregues ¡Pelea!
y
desnuda su sequía. Un sauce llora y mielea.
Cuando parece que se diluye, que no despierta
la siesta
vuelve el agua
arrepentida; y crece, crece serena.
Trae las hojas que le prestó el otoño, y como
moño
aquella seca flor
de primavera.
Asoma y se agiganta, contra el barro
óxido
y
su gramilla reserva.
Empapa todos los labios de la casuarina
añeja,
las canoas se revelan tornándose hacia el oeste
donde el sol tibio
se aleja.
Y festejan las mojarras, siete de plata en su
mueca
que
enfrentan todos los bastos
y hasta el vale cuatro arriesgan.
Pasean los camalotes como carrozas de
fiesta,
salta voraz tararira con un anzuelo entre cejas.
Llega
despacio la noche, el Esperita se acuesta
con la
histórica Anastasia, abanderada de niebla.
Todo sucede en tu día
y un poema te recuerda.
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